Este espacio contiene reflexiones personales desde lo que uno vive: las relaciones, el trabajo, el estudio.
martes, 2 de febrero de 2010
De mi planeta roto...
Sueño que el agua besa mi rostro
lo limpia, lo lava, lo acaricia.
En un rincón de mi memoria
veo los niños del Cotacachi bañándose en esa casta fuente:
no hablaban castellano, solo el kichwa.
Recuerdo que en las noches, cuando niño, sentía frío;
debía cubrime con cobijas (una o dos) y
al despertarme, la ducha era un sacudón de agua.
Al salir al colegio el vaho de mi aliento era la señal de la mañana.
Y el aire penetraba libre en mis pulmones, renovándome, al nuevo día.
Hoy, sin embargo,
me atormenta la idea del Cotopaxi sin nieve,
de La Mica sin agua,
de los páramos andinos –tan inconmensurables e inocentes-
secos
de un Antisana en piedra
o del río de Papallacta en arroyo muerto.
La cebolla del Casitahua no existe.
Sus flancos de llanos verdes son grises ahora.
¿Qué será de aquél zorro que vi hace dos veranos? ¿De La Ofelia sin mercado?
El Napo nos lleva a Yachana sobre un lecho de piedras. Río de piedras.
Y los millones de envases del milagro de la naturaleza, de la pura agua, del agua linda, del spring wáter: del espejismo se acercan a la irreverente realidad de un desierto
¿devolvieron a la tierra lo que le lucraron?
Solo el infernal plástico… botellas de agua, pequeños ataúdes de la vida
transparentes sarcófagos de la vida.
Motores abyectos escupidores de muerte.
Nuestro tono de voz dejó de ser un canto, y pasó a ser el de un grito.
Por donde vivo, la noche era fría… ahora es cálida,
como la calidez de la fiebre… vivimos de delirios y nos licuamos la tierra en ellos.
¡Quiero declarar la emergencia del agua. Se vino antes de hora!
Los alimentos escasean, el paisaje se deteriora,
los agricultores mueren temblando junto a una semilla agostada, reseca, abortada.
Quiero declarar en emergencia al medioambiente
que se apaguen los motores porque es de luto;
que se detenga la voracidad al planeta una semana a ver si le damos un respiro
y nos inventamos una nueva forma de vivir.
Que le pongamos un bozal al bruto animal que consume: somos cada una y cada uno.
Que la energía que le esquilmamos a la biosfera quede en ella.
Que no tengamos que ir a los gimnasios ni a los spa para sudar.
Que sudemos caminando al trabajo o labrando la tierra, devolviéndole el agua en cada gota del sudor de nuestras frentes, agachando el ego y empuñando un azadón y no un arma o una tarjeta de crédito o una bitcoin.
Que al levantar la vista, hartos de trabajo,
tomando la bocanada de aire que nos reanima y sonriendo a la jornada de honrar la tierra,
no veamos a los demás por sobre el hombro –como a cualquier cosa-
sino para extenderle el fruto de nuestras manos
e intercambiar el pan, la mesa, la alegría. Y veamos un horizonte limpio y renovado.
Vivimos incubándonos para una cruel fantasía. Realidad abismal.
Los ojos de los niños merecen mejores paisajes y mejores rostros;
la bondad ha de ser nuestra aura y la libertad nuestra meta
Somos esclavos de nuestras fantasías.
Hermanita agua… no te resientas… vuelve
¿dónde estás escondida?
tu velo de novia de las tardes y los días…
¿dónde está?
Aquel bálsamo de inocente transparencia
¿dónde está?
Las breves hojas de mis limoneros se arrugan y palidecen.
El fresco aroma de la húmeda tierra dispuesta a la semilla se resquebraja en polvo.
Y el aroma feliz del cilantro amarillea.
Un día, ojalá, no tan tarde, el ser humano dirá:
el sudor de mi frente no era tan grave como el error de mi mente.
Y pienso: un día mis hijos verán un verde renovado y las lluvias mojarán sus pies inocentes
Recogerán el fruto de sus trabajos, hablaran de los ecos de las montañas, de las cascadas,
de la casa de sus mayores –dulce manjar- y llevarán encallecidas las manos,
la piel bronceada y el alma presta para el encuentro.
En las modestas calles, habrá toldos, donde la gente intercambie su trabajo. Volverán los montoncitos de granos y legumbres, la tecnología será aliada de la vida, no fin de ella.
Aquel día, no sé cómo ni cuándo, la memoria de mis días verá de nuevo un jambato saltando en el páramo, a la tarde, como cuando el sol era benigno, y mis manos transidas de frío señalarán el charco donde se baña y la paja que le alberga.
Y volverá el canto sereno de la lluvia en esta ciudad andina
y las plantitas de los parques y los huertos, de mi jardín y de los campos;
moverán su hojitas al dulce contacto del agua.
Sus brotes serán celebrados en la tarde
y la minga será una fiesta, un abrigo y una entrega de hermandad.
El croar de las ranitas se escuchará en su frescura de anochecer y lluvia entregadas.
El velo del agua, acariciará la mañana y tendremos nuevamente
el pan, la mesa y la mirada agradecida y confiada.
Mis manos cansadas de tierra sujetarán las tuyas, nos amaremos como la primera vez y una sola plegaria arderá en el corazón.
2010 (actualizado 2020).
#CambioClimatico #LaudatoSi #QueridaAmazonia #BelovedAmazonia #ClimateChange #ClimateAction #GlobalGoals #CircularEconomy
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1 comentario:
Estimado Santiago: Interesante texto inspirador que refleja los efectos del cambio climático. Saludos cordiales, Mauricio B.
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